Ay ay ay, que cansado estoy. Tengo ganas de irme a dormir, no puedo más. Me tienen acá escribiendo para llenar este espacio, contra mi voluntad, esclavizado, prostituido, sadomizado y sin un tostadito de jamón y queso con un café en jarrita.
Debería darles vergüenza. Yo que fuí un símbolo en este carnaval de palabras estoy obligado por motus de esas grandes corporaciones sin cabeza que manejan todo, a estar dele que te dele tirando lineas sentadito en la cama, cabeceando la pantalla de la laptop sin poder siquiera rascarme mi desnudez bolar ni abrazar la almohada para cerrar los ojos y terminar de una vez por todas este calvario, impuesto, forzado.
No da para más. Quiero ser libre de las ideas. Me froto la cara a lo osito mimosito, pidiendo pista, pidiendo al banco el desesperado cambio, estoy en yanta, pila sulfatada, fisurado, listo, soy un lechón adobado dorándose en la parrilla.
Sufro, no quiero más, déjenme, no ven como me pongo? Me broto, me da taquicardia, me crecen las u#as, se me tapan las arterias, este sufrimiento termina mínimo, te digo, en un cáncer de colon. Basta, basta de todo.
Y mientras tanto, claro, yo solo escucho las órdenes que nos fueron dadas, redondas y claras: llenar este espacio, tecleando, escupiendo, gritando, vomitando. Y yo también único responsable, porque se que si no lo hago yo no lo hace nadie, me quedo haciéndolo, sin ningún tipo de ayuda, onda ni subsidio, solo porque me dijeron que tenía que hacerlo y que si no lo hacía, bueno, ya iba a ver lo que me pasaba.
Pero no doy más, lo juro, entiéndanme, estoy al límite de mis posibilidades y creo que dicho esto, mirá justo, he cumplido la cantidad de renglones que pide el reglamento, así que me voy a ir a dormir. Esa!