miércoles, 9 de mayo de 2007

Violencia chiquita

La semana pasada (o la anterior) iba caminando por la calle, a la tardecita, volviendo del supermercado chino.
Caminando en dirección opuesta a mi se acercaban 3 chicas, de no más de 15 años. De repente, aparece una cuarta corriendo desde atrás y de la nada empuja a una de ellas aparatosamente, como si un bondi se llevase puesto a un perrito en el medio de la autopista.
La cabeza de la chica agredida cayó a no más de diez centímetros de un cantero de cemento, con una rejita arriba que hay en la calle, salvándose apenas de una horrible muerte.
Quedé perplejo. Se trenzaron de los pelos unos segundos y yo trate de separarlas, pero seguía en shock. Subí a mi casa, seguí la inútil escena del policía y toda la farsa desde el balcón. Seguía sin poder entender.
Bajé a la verdulería, para escuchar a la agresora que se hacía la bananita dolca hablando con una amiga sobre su hazaña. Me harté, la encaré. Le dije que había tenido mucha suerte en no matar a su víctima, que era una cagona porque la había atacado de atrás. La pendeja bastante despierta, asesina en potencia me reprochaba que quien era yo para decirle lo que le decía.
Tomalo como un consejo, le dije mientras me daba vuelta y me iba.
Después pasó lo del coreano que salió de cacería por la universidad.
Los chicos son el espejo del mundo en que vivimos.

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