miércoles, 16 de mayo de 2007

Avestruz


Como si no quedasen cosas para gritar, me despierto a las 5 de la mañana con esa angustia tan característica de que están pasando cosas (a un nivel muy debajo de los felpudos) pero que yo las siento, como un perro que presiente el tsunami.

Estoy yo sentado en mi gerencial habitáculo y baúl disfrutando del hamacante respaldor de mi silla de oficina, algo nostálgico de mi banquito de madera y junco que me sentó las ideas desde que me bajé del bicibank.

Los ojos abiertos en la oscuridad, abrazando lo único seguro en el mundo.

Un sábado de sol y fresca, volví a navegar, tirando bordes a la ida y popa redonda y rumbo norte. Y también volví a ver a Casero en Experimendo Peiperbiú, padre de todos los humores absurdos que pululan por las vidas de los siete gatos. Me defequé a sorete limpio de las carcajadas deschaveteadas: un eterno irse por las ramas.

Mi anillo es un trompo, que me aprieta a veces y en otras va suelto.

Pero si en verdad querés saber que me pasa, la respuesta no la tengo a mano.

Estoy harto de la idiosincrasia pedorra de la argentinidad. Se la puede mamar bien profunda cuando se fuma uno la charla para renovación de registro. Claro, yo manejo bien, la culpa la tiene otro. 130 mil heridos, 8 mil muertos en 2006… interesante, como para bajar un poquito el copete.

Ahhh… me rio, me rio de verme tan bello en este espejo.
Eres tu Margarita? Respondeme, respondeme.

Como si las ideas no quisiesen hacer una filita, no? Damos vueltas y vueltas y seguimos parados en el mismo lugar.

Que alegría, que alegría, olé, olé, olá, vamos flaco todavía que estas para ganar.

Ganar que?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola amigo.