domingo, 4 de febrero de 2007

Campo de luna

Comimos en nuestra playa blanca, frescos al amparo de la luna que recién salía. Charlamos, tomamos una cerveza.
Te conté que me costaba disfrutar, pero que trabajaba disfrutando. Es verdad, me gusta estar en movimiento, me gustan tus colores. Me preguntaste si estaba seguro, me dijiste que era para siempre. Si, te respondí, ya se que es para siempre. Vi como la luna jugaba en tus ojos. Mire alrededor, lo que hacíamos, lo que empujamos. Ella siempre está.
¡Son tan lindas tus friegas cuando me abrazás! Acerqué mi trompa a tus cachetes redondos, pecosos y te di un beso chiquito que se escapó de una cajita que guardaba tantas cosas lindas que estaba por explotar (hasta un universo contenía).
Me mordió una hormiga, heché humo, justo entre los dedos de los pies. Estabas vos para ponerme el antídoto, solo en ese lugar: reconocí mi pie en el lavatorio y a pesar de todo, me dejó de picar.
Volvimos al baño de luz de la astro reina. Bailamos una canción que no existe y quisimos luego caminar. El aire de nuestra noche estaba teñido de un gris perla, el pasto mojado era un mar de brillos y nautilucas. Nos dimos la mano, avanzamos un poco más: nos internamos en el campo de luna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

(Suspiro)

Pensar que cuando te vi, eras sólo un niño en la pileta.