martes, 27 de febrero de 2007

Juegos de té, vajilla de diario y bandejas de plata

Toda pareja que se va a casar tiene que lidiar con un aspecto importante que hace a su incipiente economía: los regalos de casamiento.
En cierta medida la mezcla entre afectos, demostraciones de cariño y dinero como medida de las cosas es un gran terreno pantanoso.
Como a nosotros nos gustan las cosas de frente, tratamos de ser racionales a la hora de canalizar la generosidad de nuestros invitados hacia la misma pileta desde donde sale nuestro esfuerzo para agasajarlos en la celebración de nuestro casamiento.
Por eso es que tratamos de diseñar una política de regalos que nos sirva a nosotros pero que también le sea útil y cómoda a aquel que quiera hacernos un regalo. De todas formas, nadie debe sentirse obligado a regalar, todos los invitados fueron convocados porque son partes importantes de nuestras vidas y frente a todos ellos queremos formalizar nuestra pareja.
Nuestros íntimos saben de cerca quienes somos y pueden asumir sin cosquillas regalarnos algo que nos sorprenda y nos quede para siempre. Ellos saben que tenemos, que necesitamos, que nos gusta y que seguro nunca vamos a necesitar.
La tradicional lista de casamiento la hicimos en Falabella. Allí vamos a poder aprovechar de la infinidad de cosas que venden, que nos serán de utilidad para los próximos pasos que demos los Raggio Iglesias (por ahorita nomás somos 2).
La lista no tradicional la hicimos en un banco, porque queremos irnos de luna de miel armándonos nuestro propio recorrido. La entrada al Louvre, la velada en algún coffee shop, los paseos por el muro, el vino en los parques, el viaje en the tube, la algarabía catalana es para nosotros también un excelente regalo.
La verdad es que a mi particularmente me encanta cagarme sobre los convencionalismos. Me pasó muchas veces que no he regalado nada para un casamiento porque: o no lo sentía, o no tenía un mango, o me olvidé, o simplemente no tuve ganas. Todos nuestros invitados pueden estar en alguno de estos lugares y ser el alma de nuestra fiesta. El regalo no es obligatorio.
Nosotros lo que más queremos es que todos la pasemos bomba el día del casamiento y que recordemos para siempre lo que vivamos ahí. Las anécdotas jugosas cotizan dos sillones de dos cuerpos y una heladerita para el cuarto. El cariño que nos han demostrado en estos últimos tiempos de las más diversas formas es también invalorable.

Buena onda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Entiendo que ya estas en la recta final... pero veo que para odiar tanto el convencionalismo del casamiento (como vos decis) le dedicas bastante de tu tiempo a meditar sobre el tema!!
Te mando un beso... y relajate un poco! Que sino despues del casamiento te va a agarrar un sindrome de shock por falta de tema para tu blog!

Alejo dijo...

Felicitaciones, y una consultilla...tomo un paso pre-matrimonial...me voy a concubinar...consejos?
Abrazo