lunes, 27 de agosto de 2007

Martinchito

En una de esas, algún día Martín se decide a soltarse de las botamangas para empezar a volar solo, por que no, es una persona grande, buen chico, algo tarambana, pero si le explicás bien entiende, tiene sus tiempos, bastante bueno salió para lo que era la familia, una casa de locos como no hay desde las cavernas, el pobre chico sufrió siempre la angustia de su madre y su padre, acarrea la bolsa de sus frustraciones, agravada por el hecho de que Martincito nunca satisfizo las expectativas de sus progenitores, así es que sus boletines eran trimestre tras año ejercitos de peones desarmados bien firmes, de vez en cuando y si había logrado estudiar el día anterior en ese manicomio, el padre había perdido el colectivo para volver de su esporádico trabajo de turno, la mamá había tomado la pastillita indicada y salteádose el wiskilín de colación entre desayuno y almuerzo, ese día siguiente el estudiante podía arañar un dos, a lo sumo si pasaba por la verdulería de camino hacia la escuela y tenía de casualidad alguna moneda en el bolsillo encontrada en un empedrado o un vuelto olvidado del almacén, para comprar la manzana que lustraría con esmero y escupitajo para regalarle a la maestra y así, alcanzar, estirándose como un basketbolista enano, un cuatro, pobre ángel, dándose siempre de ñata contra las paredes de la vida, siendo siempre más cabezón que el ancho de los barrotes que escabuyen a las personas con suerte, riéndose siempre último de todos los chistes sobre él... sin que eso significace nunca, reír mejor.

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