lunes, 15 de enero de 2007

Enero en Buenos Aires

Estaba buscando dormirme en un colchón que no es el mío. Ague me puso crema en todo el cuerpo, me prendió el ventilador y se fue a dormir en la cama de al lado. Hoy dormimos en camas separadas. Leía riéndome mucho el libro "Cuadernos", de Liniers. Pensé en mi amigo que vive en la República Schwartzzeneggeriana de California, que durmió en esta mismísima cama aquella vez que comimos un asado y charlamos hasta el amanecer. Espero que esté bien y que agarre buenas olas. Pero por sobre todo, que esté bien. Hoy fue un día divino, con un viento noroleste cálido y reconfortante. Amanecimos en los jardines de Babilonia a donde fuimos a entender las bondades del yacuzzi espacioso. Llegamos a la quinta al mediodía, desayunamos bien yankee (esos quesos en feta envueltos en plástico que son riquísimos pero que odio porque terminás de comer y hay más basura que si hubieses atracado en McDonald's) y retozamos en esos antiguos y cómodos sillones verdes de caña en el jardín. Más luego, recorrí el bosque haciendo la lista de cosas para hacer (y hacer hacer) la próxima semana. terminada la caminata fui a la pileta. Descubrí, desde lo alto del trampolín, en la punta punta de la araucaria 2 pelotas de esas enormes, que vendrían a ser los frutos del árbol, de esas de las que si te caen en la cabeza te descerebran. Es que desde el trampolín se ven todos los árboles de la quinta y da mucho placer estar ahi parado. Es un lugar lindísimo, en el umbral de una pileta buenísima picando bien fuerte en un trampolín, siendo grande y jugando a ser chico. Nadé bastante, con anteojitos y todo, el agua estaba trasparente. Nos fuimos al supermercado y a comprar materiales para el electricista que estaba trabajando. No encontramos los caños que pidió, pero compramos unas milanesas de soja rellenas exquisitas. Vino Pempek a comer y charlamos mucho. A Pempek le gusta hablar de todo y es siempre divertido que cuente sus anécdotas y que opine sobre las propias. Seguimos parlando en la galería nueva y fumamos una cosas. Y nos fuimos a la pile, nadamos otro rato más y disfrutamos del sol de la tarde. Ido el invitado, vino el escuadrón de carretillas con palas y rellenamos los pozos que dejó el plomero en el jardín. La tierra que sobraba la llevamos al lugar que estamos rellenando e hicimos también una escalerita muy monona para entrar a la pileta. Transpiré como la fontana di Trevi. Y volví a la zambuyida tranpolinera. Se hizo de noche. Afuera me esperaba una picadita de jamón crudo, camembert, pan fresco, mendicrim, quesitos sucios y varias chupadas de dedos entre fernet y fernet.
Este fin de semana me lo tomé con fernet. Disfrutamos de la noche en el jardín, contentos de tener tanta suerte de estar juntos.

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