miércoles, 24 de enero de 2007

Me quedé duro


Tengo varias cosas de poca monta para hacer, pero con el dolor de espalda que tengo no puedo hacer nada. Parezco un inútil. El pinchazo no me deja siquiera pensar. Cada vez que respiro, muevo el cuello, el brazo izquierdo o camino: ahí está, reclamando caprichosamente atención, mostrandose frío y quejoso. Hasta dormir duele.
Estoy casi desesperado. El dolor me hace delirar, no estoy cómodo en ningún lado, paranoiqueo con tres duendes obesos sentados en mi hombro.
Creo que es muscular (aunque podría ser un cáncer), creo que me empezó a doler en algún salto de trampolín (recuerdo que el sábado a la noche ya me dolía un poco), creo que ya me dolió otras veces y creo que lo curé nadando.
Trato de relajarme. Elongo la espalda horizontalmente pasándome el brazo por delante y con la otra mano tirando del codo del doliente lado hacia mi; verticalmente me llevo los dedos de las manos a los dedos de los pies, sin doblar las rodillas y con el mentón al pecho, a ver si me afloja esa piedra. Pero no, luego de un momento de calor endorfínico, de nuevo, el músculo se tensa y me vuelve a tirar.
Tengo tres propuestas para curarmelo. Ague me dice que vaya al kinesiólogo (y que si no lo hago, cosas malas me pueden empezar a pasar). Mi viejo me dice que me tome unas pastillillas que son milagrosas. Yo creo que me voy a nadar. Voy a comer liviano, descansar un ratito e irme a la pileta de acá a tres cuadras a tirar unos largos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Colmegna tampoco es una mala opción.