viernes, 17 de noviembre de 2006

Al fin

Llegó, se hizo esperar. Estuve toda la semana haciendo fuerza enajenado, pero no, no era, no llegaba, era otro y no éste.
Miraba el reloj, desconsolado, aburrido de esperar, ansioso, desencajado y no, no era, seguía sin ser.
Probé distintas posiciones para hacer más liviana la espera, el deseo. Así fue como me quedé duro, me duele todo.
Esperé bajo la lluvia, con el granizo cascoteándome la cabeza, con tormentas que me despeinaron, con rayos y centellas que se descolgaban de las nubes negras electrocutándome para reanimarme el corazón. Cuanto más debo soportar? Y no, no llegaba.
Recorrí cientos de kilómetros en motoneta para buscarlo, para acercarme, para traerlo, pero no lo encontré, estaba desaparecido, secuestrado por el encadenamiento de las cosas. Y yo desesperado.
Lo llamaba a los gritos, por teléfono, afiebrado, con un hilo de esperanza que se fue deshilachando dejándome caer.
Soy ateo pero recé para que en algún momento apareciese, como una sombra por lo menos, que se hiciera evidente. Y no. Por más que remase en el bote pesquero del mismísimo Jesús de Nazareth, no me dio señales de vida.
Hasta hoy.
Fin de semana, gracias por venir.

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