jueves, 23 de noviembre de 2006

Puchito

En conmemoración de mi octingentésimo noveno día sin fumar, zampo aquí un texto escrito en aquellos días desesperados.

De ahora en mas decime infeliz, o infeliche... como te parezca que tenga más onda, porque yo ya se que pase lo que pase, festeje o trate de olvidar cualquier acontecimiento futuro, me tome un cafecito una tarde de otoño en una mesa al sol o tome una cerveza con mis amigos mirando una semifinal de mundial, pase lo que pase yo no voy a poder fumarme un pucho.
Es un pequeño vacío, tan vacío que no se sabe ni donde es, ni donde está el llanto del bebé que llora adentro de uno, una sensación difusa pero concisa de frustración salpicando en el día, en cualquier momento, en espacios de tiempo que en otra época no hubiese cabido duda: me palpaba algún bolsillo, repasaba con la mirada mi alrededor para procurar fuego, pensaba en un cenicero y ya está: aspiraba profundo para llenar los pulmones de morfinas de ansiedad, la calidez y la aspereza de degustar las formas violetas del humo de tabaco.

Hoy mientras esperaba 2 horas una grúa que remolque el auto de mi viejo que se le dio por abandonarme en el cruce de las rutas 8 y 197 me rebotó en la cabeza 3 ó 4 veces la idea de prenderme un puchito, a escondidas de mi mismo. Las casualidades son así, leía viejos escritos para ver que refritar hoy porque llegué al teclado sin inspiración y apareció este texto de abrumadora incompletitud.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mejor si te lo fumás a tu viejo.