jueves, 23 de noviembre de 2006

A cuento de qué?

A eso de las 2 y media de la tarde de hoy, la Sra. de Monaguillo llama al contador Escriba y le increpa que en la reunión de ayer el no había considerado la deuda que la empresa tiene con Servicienta SA, que era su responsabilidad haberla incluído en el reporte, porque como el contador debería saber, la madre política del Sr. Director utilizaba y requería los servicios diariamente y los mismos no se le ocurriera ponerlos fuera de las cuentas contables de la empresa. Pide perdón Escriba y le pregunta los montos de la deuda, ya que debido a su terrible ineficiencia no tiene conocimiento de la causa. Le dice con total autoridad que no ha calculado los montos, unos cuatrocientos cincuenta más doscientos y tantos.
Eso por un lado. Por el otro, la Señora de Monaguillo le recrimina que tampoco había visto en el sistema preparado para que ella pudiese ver los gastos la división de los gastos médicos y de alimentación de los socios. Escriba le recuerda que en la reunión de ayer conversó sobre la necesidad de que los socios detallen sus gastos de modo que el pudiese asentar correctamente las imputaciones. Cállese Escriba, ¡¿como un accionista mayoritario va a andar con la libreta del almacenero?, por favor! Ella dice que hay que rediseñar por completo todo, porque no puede ser que si Ella tiene que hacer la diligencia automotriz de ir a buscar una carta al correo, tenga que desembolsar combustible de su magro bolsillo.
La Señora habla con la autoridad que le confiere el cuarenta por ciento de las acciones de esta empresa de punta, Circense SA, montada con el sudor y las lágrimas de 33 años de éxitos comerciales.
El papel del Sr. Escriba es duramente cuestionado, no solo por su ineficacia en el trabajo, sino por no saber escuchar ni interpretar las consignas. La señora Monaguillo le dice que él no está para los numeritos, que él esta para cosas más grandes, en otro lado.
Este pánfilo de Escriba quedó en el medio de una disputa de los socios mayoritarios y supuso que evitando aquella reunión de accionistas apresurada, luego de que la anterior terminara con un cuarenta por ciento agarrando del cuello al otro cuarenta por ciento, podría calmar los ánimos para reestrenar el circo próximamente. Y resulta que los accionistas se juntan a tomar un café y hablan pestes de Escriba con masitas sabor abandono de hogar.
La señora Monaguillo indignada de que no le comuniquen las novedades del día… “Hoy es jueves Escriba, dígame que paso con la reunión con Unikian”. Disculpe señora que Escriba no tenga novedades no ha hablado al respecto con el Sr Director, disculpas, disculpas.
Pero Escriba ya conoce la historia, 31 años en la empresa le hacen saber quien en es quien en la lucha por el control de las utilidades. Sabe que la señora Monaguillo es una víbora que enrosca y enrosca y que no para de enroscar, que sufre y alivia su sufrimiento enloqueciendo a todos para ella sentirse más normal y reclamar lo que por ley le pertenece. También sabe otras cosas, de todos, pero eso hoy no le preocupa a Escriba porque en la oscuridad siente en piel de gallina el latigazo de una lengua bífeda.
Escriba huye chiquitito entre las biromes corriendo por el escritorio, una víbora sagaz le olfatea el calor entre la impresora y los biblioratos. Y cuando se asfixia porque la víbora ya está enroscada en su cuello, Escriba renuncia. Renuncia y siente que la víbora se deshace, porque ya no tiene por donde luchar; dice que es la madre, pero Escriba ya no escucha, solo canta su canción. Es la muerte y la redención del Contador Escriba, es la puertita de la jaulita del pajarito que nunca cantó, abierta.

Good bye Monaguillo, good show.

1 comentario:

lraggio dijo...

escrito el 6 de abril de 2006