viernes, 29 de septiembre de 2006

Papando moscas

Corría masomenos el año 22 y las calles de Buenos Aires eran un delicioso ir y venir de tranvías, caballos y hombres caminado con sus gorritos por las veredas. Vestían camisas y pantalones de una amplia gama de calidades, algunos con prendas francesas e inglesas, otros con ropa del interior, de algunos telares manuales que luego la historia se encargaría de enterrar. No había mujeres, ellas estaban en sus casas, armando el universo particular de los hombres para cuando éstos llegaran a la tardecita.
Uno de esos señores, de los de ropa del interior, era Giancarlo Pastachiutta, nativo de San Telmo hijo único de un tano y una tana divinos, él de bigote y ella (que también tenía su bigote) que se mandaba unos tagliatele del rechupete.
El Juanca caminaba por estas calles de aquella ciudad, buscando algún amigo, algún laburo para acercar algo a la mesa, algún pasado para echar raíces en esta tierra, sentirla suya, adoptarla y ser adoptado.
Prestá atención Juan Carlos que viene el tranvía por la calle Lavalle y vos vas con la cabeza gacha pensando en tu destino, ojo Juanca.

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