martes, 5 de diciembre de 2006

Los síntomas

Ya no soy el mismo. Las piernas ya no me son simétricas, quizás hasta tenga una más corta que la otra. Hay un dolor profundo, en la planta del pie que me hace renguear suavemente. Mis músculos se acalambran ahora mas fácil que cuando era un veinteañero despreocupado. Una pequeña acidez, presente en cada comida me recuerda siempre tarde que debería cuidarme al ingerir desbocadamente pedazos de alimento del tamaño de una ciruela. Pero no son frutas lo que abundan en mi dieta. Son pizzas, empanadas, todo de motoneta, hamburguesas con nariz de payaso, mierda, nada sano. Así es como uno siente que su interior se pudre, trabajando horas extras y envejeciendo para sacarle algo de nutrición a la comida berreta. Comidas y bebidas que de tanta industrialización ya no son alimentos naturales, sino rellenos sanitarios. Bebidas con agregados de ciclamato, vinos y cervezas con conservantes y alcoholes robados. Los dolores de cabeza surgen por el estrés y el cuerpo cansado. Correr todo el día sin combustible deteriora la máquina. Dolores de garganta que se hacen persistentes, la vista cansada, exposición constante a ruidos ensordecedores, luces cegadoras, cortocircuitos neuronales.
El cuerpo te da señales, mañana es un día menos.

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